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domingo, 14 de noviembre de 2010

Lo que hemos hecho: una proeza, una revolución

Por Flanklin González

     En estos 11 años se ha logrado en Venezuela lo que muchos anhelamos como una necesidad histórica.
     Es una experiencia inédita, cuyos referentes históricos —tanto el modelo capitalista como el del socialismo real—nos deben servir sobre todo para saber las cosas que no debemos hacer o imitar.

     En política económica

     En el entendido de que los cambios comienzan desde el interior, la política económica en Venezuela tomó un giro hacia la plena autonomía y se halla en manos exclusivamente del gobierno venezolano. No depende de ningún centro de poder, ni del FMI, o el Banco Mundial.
     Es evidente que la política exterior se hace en Miraflores (Palacio de Gobierno) y en la Cancillería venezolana. No corresponde ni responde a ningún designio ni indicación foránea.
     Esos son algunos de los logros incuestionables del Presidente Chávez, la conquista de la independencia, la autodeterminación y la soberanía en lo que tiene que ver con la política económica e internacional. Esto es una realidad innegable.
     ¿Qué dicen los detractores a través de la campaña mediática? Dicen que eso es un intento del Presidente Chávez de entronizarse en el poder, pero no pueden negar que nuestro país es absolutamente autónomo. Tan autónomo es, que ha venido nacionalizando las industrias estratégicas, como las de telecomunicaciones, electricidad, la petrolera estatal, para que la política económica sea absolutamente soberana y su correspondiente política internacional, también lo sea. Se han dado pasos significativos en el control de esas empresas, desarticulando los intentos de privatización que ya se encontraban en estado avanzado en algunos sectores del petróleo, que afectaban el sector informático y las políticas de exportación, restringiéndolas prácticamente a un solo mercado. Revertida ésta situación se han abierto los mercados y hoy se exporta hacia destinos que eran impensados. Tal es el caso de China, país con el que se comercializan 300 mil barriles de petróleos diarios y esa cifra va en aumento. Se informa que Venezuela estará exportando en breve medio millón de barriles y aspira a llegar al millón. Esto es sólo un ejemplo, dentro de los destinos no tradicionales de las exportaciones venezolanas.
     Se ha tomado el control de industrias fundamentales: cementeras, mineras, siderúrgicas que producen desde el Estado Bolívar. Todo ello tiene un propósito: poner en manos del pueblo la soberanía, como su derecho irrenunciable, poner en manos del pueblo venezolano los medios de producción,  bajo la concepción de un nuevo modelo productivo, que pondera las necesidades humanas sobre la producción de capital y busca la generación de trabajo con significado, entendiendo éste como la labor que responde a la generación de riqueza para satisfacción de las necesidades humanas. Es por ello que desde el Gobierno Bolivariano se hacen esfuerzos en recuperar la industria venezolana para los venezolanos, identificando cuál modo de propiedad de los medios de producción está mayormente al servicio de los ciudadanos.
     Se ha rescatada de las manos privadas las industrias productoras de materias primas que permitirán crear infraestructura, como carreteras y vías férreas, con lo cual nuestros recursos sean utilizados en Venezuela para beneficio de los ciudadanos, en lugar de ser exportados para beneficio de la especulación de unos pocos.
     Pero la ganancia de la recuperación no se agota allí, con las industrias en manos del Estado Venezolano, se ha logrado que los productos lleguen al precio justo a toda la cadena de producción, lo que genera sustentabilidad de esa gestión. Ejemplos prácticos y tangibles en obras del Estado, van desde la construcción de las vías férreas y viviendas, para satisfacer los derechos de los ciudadanos, llevadas a cabo con nuestro propio cemento y nuestro hierro; hasta la puesta en órbita del satélite Simón Bolívar y la adquisición del Banco de Venezuela para consolidar una red a nivel nacional de banca pública con crédito asequible.
     Este es el nuevo modelo productivo, concebido por el Gobierno de Venezuela, que busca captar todas las posibilidades en las cadenas de producción, con un producto final que satisfaga las necesidades y derechos de los venezolanos. Este modelo visualiza las infinitas posibilidades de generación de beneficios que otorga la gestión de toda la cadena productiva, de las cuales quizás la más importante, por la influencia directa en los ciudadanos, sea la de crear trabajo con significado.
     Posicionándose como antítesis del antiguo modelo económico, dependiente de intereses de poder favorables a la desnacionalización, que ha imposibilitado el desarrollo y promovido el agotamiento de los recursos naturales de nuestro país y tantos otros, el nuevo modelo productivo venezolano contempla además, la explotación sustentable y estratégica de los recursos naturales, respetando los ciclos que permitan la renovación de los mismos.
     En definitiva, en Venezuela se está construyendo un modelo venezolano, que se ha dado en llamar el Socialismo del siglo XXI, que se traduce en términos sociales, como la distribución justa de la riqueza, el acceso a la salud, a la vivienda, a la educación primaria, media y superior en forma gratuita, la posibilidad de la ciudadanía de ser protagonista de su propio proceso a través de los consejos comunales y los preceptos constitucionales.
 
     En el sistema político

     En el sistema político venezolano desde 1999 se comenzó un proceso de reformas políticas e institucionales con el propósito de extender el alcance y la intensidad de las prácticas democráticas al interior del Estado y la sociedad venezolana. Dichas reformas implicaron la redacción de una nueva constitución que amplia y profundiza los derechos de los ciudadanos y actualiza sus contenidos, preocupándose especialmente por crear las condiciones necesarias para incluir amplios sectores de la población que fueron históricamente excluidos del disfrute de los derechos y servicios esenciales.
      El Estado venezolano se define ahora como democrático y social de Derecho y Justicia. Los artículos 5 y 6 introducen la noción de democracia participativa y el mecanismo de democracia directa, así como otros medios de participación política, tanto en el capítulo IV referente a los Derechos Políticos y al Referendo Popular, como en todo su entramado normativo.
      La nueva constitución, aprobada en referendo popular el 15 de diciembre de 1999, le da poder al pueblo de revocar todo cargo a la magistratura de elección popular, al cumplirse la mitad del período para la cual fue elegido o elegida el funcionario o funcionaria (Art. 72). Existen además los referendos aprobatorio y abrogatorio.
      En esta constitución se establecen dos nuevos poderes. A los clásicos ya conocidos: el poder ejecutivo, liderado por el Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, el Poder Judicial, cuya cabeza es el Tribunal Supremo de Justicia y el Poder Legislativo, integrado por la Asamblea Nacional, existen ahora dos nuevos poderes, el Poder Ciudadano, integrado por la Defensoría del Pueblo —nueva institución—, la Fiscalía General o Ministerio Público y la Contraloría General de la República y el Poder Electoral que, de ser una institución dirigida por los partidos políticos, es actualmente un poder independiente de ellos.
      Además, la Carta Magna establece los derechos de los pueblos indígenas y levanta como una cuestión de importancia extranacional los derechos humanos.
      En Venezuela entre 1999 y el año 2010 se han realizado más de 12 consultas elecciones populares. En 1999 un referendo para que el pueblo se expresara sobre la elección de una Asamblea Constituyente, luego la elección de la Asamblea Constituyente y un referendo para aprobar la nueva constitución. En el año 2000 se relegitimaron todos los poderes, viejos y nuevos, el 16 de agosto de 2004 se realizó el primer referendo presidencial y el 31 de octubre de ese mismo año se llevaron a cabo los comicios regionales. En agosto de 2005 tuvieron lugar las elecciones para los concejos municipales y las juntas parroquiales del todo el país y el 4 de diciembre se realizaron las elecciones para los diputados a la Asamblea Nacional, Parlamento Latinoamericano y Parlamento Andino. El 3 de diciembre de 2006, tuvo lugar las elecciones para elegir al Presidente de la República para los próximo seis (6) años, luego en diciembre de 2007 se convocó un referendo para aprobar una reforma constitucional. En 2008 se hizo otro referendo para aprobar una enmienda constitucional y el 26 de septiembre de 2010 se realizaron las elecciones para la Asamblea Nacional y el Parlamento Latinoamericano.

      En materia social

      Los cambios institucionales realizados en Venezuela han generado también una reforma profunda en la manera cómo se aborda el diseño y la implantación de la política social, la cual percibe a los seres humanos en términos de su reciente dignificación e inclusión social.
      Es una política social integral que plantea la superación de la pobreza a través de la universalización y la acción transversal e integral de las políticas y los programas públicos, que persigue incorporar a los individuos y grupos vulnerables de manera activa al interior de la sociedad, a disfrutar —como un todo— de grados más elevados de inclusión social, justicia y felicidad general.
      De este modo, se rompe con un esquema que durante algunos años imperó  en Venezuela y otros países de la región, caracterizado por la preponderancia de los factores económicos y un interés marcado por perseguir a toda costa la estabilidad macroeconómica, sin evaluar con rigurosidad las consecuencias nefastas que estos ajustes acarrearían sobre la población general, revirtiendo importantes indicadores que hasta el momento estaban relativamente estabilizados.
      Con la nueva constitución se busca precisamente incluir a todos los venezolanos sin discriminación alguna, con una concepción de política social integral que privilegia la garantía de los derechos sociales —concebidos como derechos humanos esenciales—independientemente de la condición social o económica de la persona. Se hacen exigibles, por tanto, la educación, la salud, la vivienda, en el marco de una seguridad social universal, basada en la ciudadanía y no en el empleo subordinado, superando la concepción de la satisfacción de las necesidades sociales como un asunto de caridad o de simple asistencia pública, para asumirlas como un derecho inalienable de todos los venezolanos.
      Esto ocurre, además, en el marco y precisamente por ello, de un modelo político ampliamente democrático, verdadero garante de los derechos políticos, económicos y sociales de todos los integrantes de la sociedad, con una base de representación social y política amplia, una democracia real y efectiva que moviliza e incorpora a numerosos sectores sociales históricamente excluidos para que asuman sus derechos de representación y participación política, en términos de sujetos activos y corresponsables del esfuerzo por alcanzar el desarrollo equitativo de la nación.
      Los objetivos sociales del Gobierno nacional se han potenciado por la ejecución de las Misiones, que consisten en programas sociales de alcance masivo, destinadas a garantizar el acceso a los servicios de salud de la población excluida, mediante un modelo de gestión participativa de salud integral (Barrio Adentro), enseñar a leer y a escribir a un millón y medio de venezolanos distribuidos por todo el país en apenas un año (Misión Robinson I), continuar estudios de educación primaria (Misión Robinson II), otorgar el título de bachiller a ciudadanos que no culminaron el ciclo de educación secundaria (Misión Ribas), garantizar el acceso a la educación superior a todos los bachilleres sin cupo (plazas) y transformar la condición de excluidos del subsistema de educación superior (Misión Sucre). En estas tres últimas misiones se ha dado la oportunidad de continuar estudios a esos tres niveles (primario, secundario y superior) a más de tres millones de venezolanos quienes habían renunciado al estudio.
     También entre los objetivos sociales se encuentran mantener abastecida a la población venezolana y muy especialmente a la de escasos recursos económicos (Misión Mercal), mejorar la calidad de vida de todos los venezolanos mediante la incorporación de la población al proceso de generación de su propio sustento (Misión Vuelvan Caras, hoy “Che” Guevara), restituir los derechos de los Pueblos Indígenas de acuerdo a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (Misión Guaicaipuro),  llevar el conocimiento científico y tecnológico a todos los rincones del país (Misión Ciencia), convertir a la cultura en un bien de alcance nacional donde todos los sectores sociales puedan disfrutar de sus beneficios (Misión Cultura), expandir el dispositivo médico gratuito desplegado por Cuba y Venezuela a toda América Latina para reducir sustancialmente la catarata (Misión Milagros).
     En este campo de la política social también debemos mencionar que el gasto en educación supera ya el 6 por ciento del PIB, cuando antes, en la IV República, apenas llegó al 4 por ciento del PIB.
      El índice de escolaridad ha mejorado significativamente.
     En educación primaria (1ro. a 6to. grado) es 5,6 puntos porcentuales mayor que la serie de los años 90.
     En educación secundaria se ha reducido el índice de deserción y se incrementó el número de matriculados e igualmente ha ocurrido en educación universitaria.
     Venezuela es el segundo país de América Latina con la matrícula de educación superior más alta, con un 83 por ciento, precediendo a Cuba quien ocupa el primer escaño con 88 por ciento de matriculación, según el Instituto de Estadística de la Unesco (Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura).
     La inversión social como porcentaje del PIB, es aproximadamente el 19% para el año 2009, en comparación con 10% en el año 1990, con lo cual se ha cubierto la meta de la UNESCO en relación con nuestro aporte a la educación, 8% del PIB, también se ha venido recuperando y ampliando la planta física educativa y la dotación científico-tecnológica, permitiendo con ello la ampliación de la matrícula estudiantil y la eliminación del analfabetismo.
     El porcentaje de población en condiciones de pobreza en Venezuela se encuentra en 23% en 2009, mientras que las personas en situación de pobreza extrema descienden a 7,2%, para el mismo año, como resultado del aumento del poder adquisitivo de los hogares pobres y la disminución de la desigualdad.
     El coeficiente de Gini, que permite medir el nivel de desigualdad en el acceso a recursos o medios de subsistencia, indica que la República Bolivariana de Venezuela ha disminuido significativamente la brecha de desigualdad existente en el país. Para 1994 el Coeficiente de Gini se ubicaba en 0,4911; para el año 2009, este indicador se ubicó en 0,3928, lo cual es el resultado de las políticas dirigidas a la reducción de la desigualdad en la distribución del ingreso a nivel nacional.
     Para el segundo semestre del año 2004, una vez que la economía superó  los efectos negativos de los eventos políticos de 2001-2002, comienza la tendencia decreciente del desempleo hasta hoy, ubicándose para el segundo semestre 2009 en 7,5%, de la fuerza de trabajo. Todo ello, como resultado del crecimiento de la economía y de políticas de estabilidad laboral.
      El índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual, como es conocido, pondera factores asociados al nivel de ingresos, al carácter educativo y la esperanza de vida al nacer, fue en el año 1998 de 0,69 y ya para 2009 llegó a 0,84.
      En los últimos siete años la mortalidad infantil en Venezuela se redujo de 21,4 —que era la tasa en 1998 —a 13,9 por mil nacidos vivos —tasa de 2008.

     La Integración de nuestros pueblos

     Es indudable que la región se ha visto enfrentada, en los últimos años, a cambios significativos de orden político, económico y social, que trascienden las fronteras de los países en un orden internacional interdependiente y asimétrico. El proceso de integración regional no es ajeno a esos cambios y con mayores o menores dificultades, que se verifican al interior de cada esquema integrador, ha conseguido mantener los objetivos perseguidos y avanzar pausadamente.
     La experiencia regional en políticas económicas con una visión focalizada de los derechos sociales, ha demostrado que los modelos sustentados en economías de mercado siguen privilegiando a las grandes corporaciones transnacionales y a sus aliados nacionales, y en Latinoamérica y el Caribe, sólo contribuyeron a profundizar la brecha entre ricos y pobres.
     Estamos en presencia de un escenario geopolítico que se caracteriza por el nacimiento de una nueva etapa para Suramérica, que está en desarrollo, que tiene mecanismos históricos de integración, que deben buscar la convergencia de todos en una sola alianza integral, donde lo económico y comercial ciertamente no pueden obviarse, pero sería insuficientes sin la consolidación de una alianza política, geopolítica, cultural, social, integral, que caracterice a una nueva generación del proceso de integración latinoamericana y que en definitiva nos encamine a la unión suramericana.
     De allí, que es necesario comprender la importancia de la dimensión política y social, como componentes fundamentales en la continuación y desarrollo de todo escenario de integración, lo cual implica superar la concepción de los bloques de integración regionales existentes, sobre todo de aquellos que nacieron marcados por el interés económico y se olvidaron de la otras dimensiones necesarias para la vida de la mayoría de nuestros pueblos.
     Tenemos a nuestro favor que hoy en día esta visión economicista, aunque aún predomina, cada vez encuentra realidades indeseables como las desigualdades, asimetrías y la pobreza, que presionan para que más de un gobierno, partidario de esta concepción o escéptico, comience a abrir los ojos. Temas vinculados con la definición de políticas públicas a diferentes escalas sin contar con la dimensión supranacional y otros, son asuntos que ni el libre mercado ni la competitividad pueden por si sólo resolver.
     El compromiso de hoy está estrechamente vinculado con la promoción de escenarios de integración donde lo social sea el eje estratégico en la construcción de un modelo de integración bajos los principios de la complementariedad, la cooperación, el intercambio y la solidaridad, siempre con el interés real de moldear la aspiración bolivariana de volcar hacia la gente la posibilidad de vivir más y mejor en este continente, sobre todo en las actuales circunstancias cuando ha salido a flote una de las pesadillas que más le quita el sueño a los defensores del Sistema Capitalista, como son las crisis cíclicas.
     Existe en curso un tremendo proceso de Integración que acerca a unos países con otros, que experimenta avances y retrocesos, pero donde prevalece la edificación de un nuevo sentido común, que hace que la mayoría de los gobiernos del área, comprendan que nuestros países se necesitan mutuamente para funcionar mejor en la compleja economía mundial actual, máxime cuando el paradigma del capitalismo —que se consideraba muy sólido—está inmerso en una profunda crisis, de dimensiones multicausales.
     En algunos casos, se trata de países que cuentan con un considerable mercado interno, como Brasil, Argentina, México lo que les permite mirar con mayor reserva muchos entendimientos comerciales que junto a la ampliación de sus espacios externos podrían disminuir el ejercicio de su soberanía.
     En otros casos, se encuentran países con mercados domésticos limitados, Chile, Perú y Colombia, que ven la regla del regionalismo abierto y la negociación de tratados de libre comercio, un mecanismo clave para impulsar una creciente colocación de sus productos en mercados distantes, que les pueden permitir mayor dinamismo interno y eventualmente mejores condiciones de vida para su gente.
     Al lado de esas propuestas, en los últimos años, se ha venido desarrollando, iinspirada en el ideario bolivariano, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América Latina y El Caribe (ALBA), otrora utopía, es hoy una realidad que trasciende lo económico—comercial, agregando valor a lo experimentado hasta la actualidad en los esquemas de integración existentes.
     Por ejemplo, se propone desde el ALBA sustituir el dólar, a través del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE), liberando a los países contratantes de la subordinación al dólar a cambio del uso de una moneda común y más aún, propone la práctica del trueque, como se ha planteado con Ecuador; producto por producto, fortalezas por fortalezas, ventajas comparativas y competitivas de un país con otro país. Las fortalezas venezolanas en el campo energético, por ejemplo, a cambio de las fortalezas de la agricultura ecuatoriana. ¿Por qué entonces no producir intercambios, zafándonos del dólar?
     En materia socio educacional, Venezuela ha puesto a disposición de los países del ALBA la Misión Educativa de Alfabetización, que ha logrado que casi 3 millones de latinoamericanos sepan leer y escribir.
     Se han logrado desarrollar acuerdos culturales, de reconocimiento a los artistas latinoamericanos, como lo fue la entrega del Premio ALBA a Mario Benedetti, el célebre escritor uruguayo recientemente fallecido.
     También en materia de salud, a través de la Misión Milagro, se han operado más de 600.000 latinoamericanos de forma gratuita, los cuales han logrado la libertad que significa poder ver, luego de tantos años de oscuridad y pesimismo.
     La Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), que está en Cuba y en Venezuela. La Universidad Latinoamericana del Deporte, que está  en Venezuela, el Hospital Cardiológico Infantil con sede en Caracas, para la atención de la niñez y formación de especialistas de toda la región, son expresiones de nuevo tipo de integración, que se impulsa desde el ALBA. Esa es la integración de la que debe hoy hablarse simplemente porque se practica en beneficio de nuestros pueblos.
     En contrapartida, las oligarquías y sus amos del norte arremeten contra nuestros gobiernos, impulsadas por la preocupación que produce la desobediencia del ALBA a sus “altos intereses” y las simpatías que concita en la región. De allí, el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras y todas las presiones contra los gobierno que osen manifestar adhesión o simpatías con este mecanismo de integración.
     Son las mismas fuerzas que han venido actuando de forma abierta o solapadamente en Bolivia contra el Presidente Evo Morales y recientemente lo hicieron en Ecuador contra el gobierno de Rafael Correa, todo esto teñido de las mismas intenciones, que inspiraron el Golpe de Estado contra el Presidente Chávez el 11 de abril de 2002, en Venezuela.
     La embestida contra esos gobernantes, es la respuesta de la oligarquía a la puesta en práctica de políticas sociales y humanitarias que van en contra de sus intereses, esos que no contemplan otra cosa que el enriquecimiento a costa de las vidas de sus semejantes, aún de las de su propia descendencia.
     Sin embargo, superando los escollos y contra esos intereses reaccionarios, América Latina y el Caribe han experimentado una evolución en los últimos 11 años, históricamente inédita.
     Siguiendo los pasos de Cuba y posteriormente de Venezuela, en la actualidad encontramos que muchos pueblos comienzan a hablar y participar, ya sea con apoyo a gobiernos progresistas o con movilizaciones constante en defensa de su liberación e independencia..
     Con esa conciencia, desde Venezuela se han impulsado nuevos modelos de integración como las experiencias de Petrocaribe y el ALBA, y como evidencia de ello se opera el proceso de adhesión de nuestro país al MERCOSUR, con sus matices, pero con la confianza de que el camino andado, supere los obstáculos que nos lleven finalmente al ingreso. Mientras eso ocurre en el MERCOSUR, Venezuela sigue avanzando en muchos espacios de integración.
     De modo que esta es hoy una realidad, que no es la de hace 11 años y sobre ello no podemos dejar de preguntarnos: ¿qué hubiese pasado si el presidente Chávez cuando sufrió el golpe, no hubiese contado con el apoyo del pueblo exigiendo su restitución?, ¿cuáles hubiesen sido las repercusiones si ese golpe hubiera coronado con el éxito?; sin duda alguna las respuestas serían muy negativas para los procesos de cambios de América Latina y el Caribe. La derecha estaría a la ofensiva, las políticas neoliberales estimuladas en el continente y los gobiernos progresistas debilitados. Pero la realidad es muy otra, hoy el neoliberalismo no está a la ofensiva, están hablando los pueblos con sus gobiernos progresistas de izquierda, pero incluso en donde la izquierda no es gobierno, observamos que hay respuesta popular.
     Por eso, desde Venezuela, se impulsa la estrategia de conducción multipolar de la política mundial, diversificando las relaciones políticas, económicas y culturales para la creación de nuevos bloques de poder que representen el quiebre de la hegemonía del imperialismo, en la búsqueda de la justicia social, la solidaridad y las garantías de paz, bajo la profundización del diálogo fraterno entre los pueblos. 
      Venezuela frente a la globalización
      Para defender la identidad nacional el proceso de cambios en Venezuela se ha enfrentado a los intentos de la globalización por imponernos valores, principios y comportamientos que no son consustanciales o, en todo caso, entran en contradicciones  con nuestra historia y nuestras tradiciones.
      La globalización ha sido acompañada por la creación de nuevas instituciones y es enérgicamente impulsada por corporaciones internacionales que no sólo mueven el capital y los bienes a través de las fronteras sino también la tecnología.
      Existe un gobierno global sin Estado global, en el cual un puñado de instituciones —el Banco Mundial, el FMI, la OMC— y unos pocos participantes —los ministros de Finanzas, Economías y Comercio, estrechamente vinculados a algunos intereses financieros y comerciales—, controlan el escenario, pero muchos de los afectados por sus decisiones no tienen casi voz.
    Con la globalización se pretende convertir al mundo en un gran centro comercial donde todos terminemos usando blue jeans, comiendo McDonald’s y tomando Coca Cola; se propugna un mundo donde impere un consumo homogéneo, en el cual los árabes, los norteamericanos, los latinoamericanos y los escandinavos, estén todos saboreando las galletas Ritz con el mismo entusiasmo con que tomen Coca Cola o se cepillen los dientes con Colgate; incluso algunos han sostenido que la razón para que muchos pobladores del mundo sean cortos de estatura y de piel amarilla es que no han comido hamburguesas y papas McDonald’s.
     Aunque es cierto que el mundo se hace cada vez más pequeño como resultado del triunfo de la ciencia y la tecnología, aparentemente más mecánico, impersonal, frío, calculador, pragmático, desalmado, también lo es el hecho de que a diario existe un despertar del sentimiento religioso y de la vida espiritual.
     Mientras de un lado se expresa un proceso fusionador, del otro se estimula la fisión, esto es, reafirmación de identidades, redescubrimiento de las diferencias que se cristalizan en conflictos.
     Aunque la globalización intenta la homogeneización cultural, también ha contribuido a estimular los procesos identitarios, en defensa de lo nacional, contra la cultura cosmopolita o transnacional. Esta globalización cultural a través del consumo generalizado, del lenguaje universal de los deportes o de la música, de los noticieros internacionales, de los símbolos, de los espectáculos, difundidos y entendidos por millones de personas de diferente nacionalidad, religión y lenguaje, presenta otra cara, que es el fomento de la diversificación cultural, del aprecio de la nacional, lo distinto.
    En ese último sentido, en Venezuela precisamente de un lado combatimos los aspectos negativos de la globalización y a su vez, estamos afianzando nuestras tradiciones y comportamientos históricos. Defendemos nuestras especificidades culturales, nuestras idiosincrasias y nuestro acervo histórico y es así como la revolución venezolana levanta la ideología del insigne prócer de la independencia Simón Bolívar.
    Reivindicamos nuestro derecho a un desarrollo endógeno donde el sector agrícola juegue papel de primer orden. En política exterior hemos sido defensores de los derechos de los pueblos a su independencia, soberanía y dignidad y hemos levantado la bandera de un mundo multipolar. Se está desarrollando la Misión Ciencia y la Misión Cultura dentro de un esquema de absoluta independencia nacional. En el campo culinario se sigue manteniendo nuestra típica comida llamada Arepa y nuestros batidos compiten con todo éxito con todas las gaseosas importadas.
    Finalmente, como nación, como país, ontológicamente hablando, nos sentimos orgullosos de ser venezolanos, y es tan así que en la creación del Primer mapa mundial de la felicidad, asociado con la salud de las personas, el bienestar económico en cuanto al Producto Interno Bruto (PIB) y el acceso a la educación secundaria, países como Dinamarca, Suiza, Austria, Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia encabezan la lista, pero Venezuela se ubica entre los primeros 30 de un total de 177 países.

     LOS QUE NOS FALTA POR HACER. MAS PROEZA, MAS REVOLUCION: RESPUESTAS A LA VIDA COTIDIANA DE LOS VENEZOLANOS Y LAS VENEZOLANAS.

     Sobre el socialismo del siglo XXI

     El socialismo que es esencialmente eliminar la desigualdad, pero por ningún motivo debe imponer la igualdad por decreto, sacrificando la libertad hasta extremos inhumanos, porque a la larga se convierte en ineficiente para los fines económicos propios del sistema.
     El socialismo tiene que practicar la democracia real, la protagónica, la participativa; tiene que ser el gobierno del pueblo, por el pueblo y fundamentalmente para el pueblo.
     La liberal, representativa, capitalista puede llegar hasta ser del pueblo y por el pueblo. Recordemos que para Joseph Schumpeter la democracia es un método político, eso quiere decir, un cierto tipo de arreglo institucional para llegar a decisiones políticas, legislativas y administrativas, esto es, se focaliza en los "arreglos institucionales", y le otorga una participación limitada al pueblo, mientras que para Samuel Huntington la democracia, es política y ésta no es necesariamente sinónimo de gobierno eficiente, de política honesta o de justicia social.
     Ahora, la democracia para el pueblo, la sustancial y la directa sólo es posible en el socialismo
     El socialismo practica la mayor igualdad en el reparto de la riqueza producida por el trabajo humano; mayor racionalidad en la producción, evitando despilfarro y crisis; racionalidad en el uso de los recursos escasos, con gran respeto al medio ambiente, el socialismo por esencia practica el pacifismo y por supuesto, la solidaridad internacional. Esto es imposible en el capitalismo.
     Una aproximación al socialismo en Venezuela se refleja en la Exposición de Motivos del Presupuesto de 2011, donde se plantea que la construcción del socialismo se entiende:
     como un modo de relaciones sociales de producción centrado en la convivencia solidaria y la satisfacción de las necesidades materiales e intangibles de toda sociedad, que tiene como base fundamental la recuperación del valor del trabajo como productor de bienes y servicios, para satisfacer las necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el desarrollo humano integral.

     Problemas estructurales que padecemos

     Construir el socialismo en nuestro país y con nuestro pueblo, pasa inexorablemente por enfrentar un conjunto de problemas de índole estructurales, entre los cuales se encuentran los siguientes:
     1. La cultura del puntofijismo que significa seguir transitando con el compadrazgo, el amiguismo y el clientelismo, males que siguen presentes en nuestro país, particularmente en la administración pública venezolana.
     2. El consumismo que lejos de revertirse se ha ampliado en la misma medida en que el venezolano ha venido incrementando sus ingresos y el salario real, y al unísono, desde prácticamente todas las instituciones crediticias y financieras y muy particularmente los más importantes bancos en manos del Estado, se establece una relación casi mágica entre libertad, felicidad y consumo. No puede haber ser humano de esta patria que no esté casado con el consumismo, y si los hay sería un espécimen rarísimo. Como diría Eduardo Galeano: “Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales”. Por eso, suena bien la respuesta que algún venezolano, con mediana claridad y mucha ironía, le responde a quienes vienen afirmando que en Venezuela se construye el comunismo cuando dice: será al consumismo.
     Recordemos en ese sentido otra vez las palabras del intelectual uruguayo Eduardo Galeano escrita en el año 2007:
     La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta (El imperio del consumo, http://www.ecoportal.net/)
     3. En Venezuela se ha venido desarrollando con un relativo éxito la cultura tributaria, lo cual no niega que ciertamente todavía existe la elusión y evasión fiscal, pero tanto comerciantes como consumidores, entienden hoy la importancia de la factura. Sin embargo y asociado directamente con el punto anterior, hace falta desarrollar la cultura del ahorro. El venezolano gasta lo que gana, no sólo porque la inflación se come sus ingresos, sino porque no tiene internalizado la importancia de ahorrar y, por tanto, a pesar de su optimismo (el venezolano es optimista, a pesar de los pesares) el futuro no lo observa relacionado con el ahorro.
     4. El sistema estructurado en el individualismo egoísta, la codicia personal y el lucro desmedido, debe ser sustituido por la instauración en la sociedad de los valores de solidaridad humana, de realización colectiva de la individualidad y la satisfacción racional de las necesidades fundamentales de hombres y mujeres.
     Todo lo cual debería llevar a la realización de la refundación ética y moral de la Nación Venezolana, basada precisamente en la fusión de los principios enunciados, que son los valores más avanzados de las corrientes humanistas y en el pensamiento de nuestro Libertador Simón Bolívar.
     Hay que cambiar la cultura clientelar, rentistas y consumista del venezolano, tamaña proeza, tamaña revolución.

     Lo cotidiano

     Comencemos diciendo que en el mito de Prometeo no sólo se hace referencia a la facultad a la que aspira el hombre asombrado de la naturaleza (conocimiento) sino que también habla de la necesidad inherente del hombre por llevar su vida a un nivel mayor, que en otras palabras podríamos sintetizarlo así: el ser humano es y será siempre una dualidad inconforme ante su contexto y con un ansia casi obsesiva por lograr una identidad concreta.
     La vida cotidiana para la escritora húngara Agnes Heller es "el espejo de la historia", esto es, constituye “el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales crean la posibilidad de la reproducción social…es la forma real en que se viven los valores, creencias, aspiraciones y necesidades".
     Lo cotidiano no es más que lo que vive el venezolano día a día, lo que vive el trabajador, el profesional, cuando va a su sitio de trabajo o cuando regresa a su hogar. Lo que vive el ama de casa cuando tiene que hacer una diligencia o pagar un servicio o es lo que vive el estudiante cuando se traslada a las instituciones educativas donde recibe educación.
     En lo cotidiano encontramos lo íntimo, la sensibilidad, la sociabilidad, los afectos; las representaciones sociales del amor, la pareja, la niñez, la sexualidad, la familia, el honor o el gusto. Aquí prácticamente la línea divisora entre público y privado es muy difusa.
     Para el sociólogo Irving Goffman la vida cotidiana serían nuestras vivencias diarias, repletas de significados, intereses y, sobre todo, estrategias, las cuales se entienden como esa serie de comportamientos que nos permiten crear la red personal de caminos por los cuales diariamente transitamos y construimos nuestras relaciones sociales.
     Lo primero y sobre lo cual ya hemos reflexionado: los huecos, los cuales se consiguen por doquier, en cualquier calle, avenida de Caracas y en casi todas las grandes ciudades de Venezuela y no distingue género, color, raza o clase. ¿Cómo hacemos para enfrentar exitosamente este “mal” en un país petrolero y, por tanto, con suficiente asfalto, como Venezuela?
     Y la recolección de la basura y la construcción de ciudades aseadas, limpias ¿Se podrán resolver alguna vez?
     En las estaciones de servicios de gasolina que se encuentran distribuidas en todo el país, sean concesionarias o estén regentadas directamente por Petróleos de Venezuela, lo más seguro es que no funcionen los baños o estén dañados los aparatos que permiten medir la presión del aire de los cauchos
     Los servicios de transporte público privados hacia el interior del país son altamente deficientes y el control y la fiscalización por parte de los organismos públicos brillan por su ausencia.
     A la hora de realizar el pago de los servicios públicos esenciales: agua, luz, teléfono y gas, las quejas son generalizadas, de monta mayor y negativas, incluso quienes son adversos al proceso revolucionario aprovechan esa situación para descargar todo su resentimiento y odio social. Por ejemplo, qué es lo que pasa con el servicio del agua que sigue teniendo problemas, las restricciones siguen presentes, y no hay una autoridad que informe al respecto. Realmente qué es lo que pasa ¿Ineficiencia? ¿Ineficacia? ¿Dejadez? ¿Saboteo? ¿Conspiración? Porque con tanta llovedera ¿Cómo entender que continúe el racionamiento?
     Sobre el servicio en el Metro de Caracas, no hay venezolano que tenga hoy una opinión positiva, y lo peor de todo es que de no tomarse las medidas que correspondan a la gravedad de la situación, se puede estar al borde de una desgracia humana de proporciones incalculables, más allá del costo político que eso ya está significando. Por cierto, ya comenzaron a manifestarse los primeros brotes de violencia.
     El mantenimiento de las clínicas populares y ambulatorios de Barrio Adentro, han desmejorado y hace falta actuar con prontitud para revertir tal situación.
     En el Banco de Venezuela, ahora una entidad financiera estatizada, entre sus “productos” está ofreciendo la Tarjeta del Buen Vivir y el Crédito Nómina, en ambos casos con problemas serios de cumplimiento. En el primer caso, a los que acuden a solicitarla se les responde que la demanda ha superada las expectativas y capacidades de la institución y por tanto la espera no tiene límites. En el segundo caso, estamos en presencia prácticamente de una oferta engañosa porque lo que se aprueba nunca termina siendo lo ofrecido, casi siempre es el 50% de lo solicitado, y en la medida en que el salario es menor este porcentaje igualmente disminuye, con lo cual las   respuesta positivas terminan siendo a favor de los que mayor ingresos tienen. Y, por favor, ni que hablar de la atención que se brinda a los usuarios de ese banco, la cual deja mucho que desear.
     ¿Hasta cuándo seguirán actuando a su antojo los elementos indeseables de la corrupción y de la burocratización que siguen presentes en muchos organismos del Estado, y que se ponen en evidencia en la atención diaria a los miles y miles de venezolanas y venezolanas que lo único que esperan son respuestas rápidas y oportunas?
     Seguramente algunos que piensan en lo macro, y a la mejor están haciendo grandes tareas y esfuerzos en ese nivel, dirán que estas reflexiones son sandeces, habladeras de paja o, en todo caso, incomprensiones de quien los árboles les impiden ver el bosque.
     Hay quienes incluso terminen diciendo que eso es un problema que tiene que ver con el grado de inconsciencia o deslealtad del pueblo venezolano.
     Sin embargo, todo lo mencionado respecto a la vida cotidiana del venezolano o venezolana, no lo hago como un observador o como un sujeto cognoscible que estudia y analizar esta situación en tanto objeto de conocimiento. Lo hago más bien como un mortal venezolano que ha vivido y vive el contacto diario y la relación constante con esta realidad.
     También es importante tomar en cuenta que mientras esta situación sigue su curso normal y tiende a empeorarse, la derecha internacional y sus aliados nacionales están actuando y haciendo su labor de zapa. En este sentido, acudamos a las elocuentes palabras de Mario Vargas Llosa, escritas en el Diario El País de España el 03 de octubre de este año:
     Los meses y años que tiene Venezuela por delante no serán fáciles. El régimen ha avanzado demasiado en la construcción de unas estructuras dictatoriales y mucha gente medra ya de ellas como para que Chávez, acatando la voluntad popular, rectifique su política y esté dispuesto a retirarse del poder si así lo mandan las urnas. El peligro mayor es que, después de esta golpiza pacífica que acaba de recibir, se embravezca y quiera conseguir, mediante ucases y matonerías represivas, lo que no ha podido conseguir a través de las ánforas. E instale la censura, la liquidación de la prensa no alineada con el régimen, la abolición de toda forma de oposición política y la estatización generalizada de la economía. No le será fácil, desde luego. Ya ha perdido ese estado de gracia del caudillo mesiánico de que gozó  algunos años y ahora no sólo él, también el pueblo venezolano sabe que es falible y vulnerable. Se avecina un período tenso, en el que, una vez más, como hace dos siglos, se decidirá en tierra venezolana el futuro de la libertad en toda la América Latina. 
     Por eso, ante una derecha que está clara y sabe lo que busca, es de vida o muerte, para el proyecto del socialismo del siglo XXI, que se juega su futuro en el año 2012 con la reelección del Presidente Hugo Chávez Frías, que lo anteriores problemas sean no sólo combatidos sino mucho más revertidos.
     De allí, con José Félix Ribas hay que decir: “No podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer”, en primer lugar por Venezuela y su pueblo y en segundo, por el proyecto de integración de los pueblos de América Latina y el Caribe.

Framongonzalez@hotmail.com 

viernes, 5 de noviembre de 2010

La tesis de la “burguesía roja” en Venezuela: Caballo de Troya de la contrarrevolución


Por Julio Cardenal

A finales de los sesenta, el flujo revolucionario de esa época fue derrotado. Como resultado de esa derrota y de algunas miserias humanas, un importante sector de la dirigencia de esa etapa asumió el punto de vista de la oligarquía y del imperialismo -dando un bandazo histórico muy típico de la ideología pequeña-burguesía-. Esa metamorfosis ideológica y política hacia la derecha se produjo manteniendo, en mayor o menos grado, el ropaje de “pensadores críticos de izquierda”. En la actualidad, algunos restos de esa “vieja izquierda” conspiran activamente contra un proceso revolucionario cuyas políticas fundamentales son indiscutiblemente populares, anti-capitalistas y definitivamente antiimperialistas. Sin embargo, es menester reconocer que muchos de los sobrevivientes de aquella etapa, sobre todo su militancia de base, jamás arriaron las banderas de lucha y hoy se cuentan entre los millones de compatriotas que trabajan por la revolución bolivariana. Son los que nunca traicionaron sus ideales ni la sangre derramada por los incontables mártires de la revolución venezolana.
Desde esa “vieja izquierda” devenida en cofradía, se viene planteando la tesis de que el “chavismo” no es otra cosa que una expresión política del neo-capitalismo venezolano, considerando al mismo Chávez como “un hombre de paja”, es decir, como un gran simulador cuyo rol es maquillar el rostro del capitalismo, en complicidad con sectores “lúcidos” del imperialismo que buscan un reacomodo mundial del mismo. Esta tesis ha sido incluso enarbolada por corrientes e intelectuales de la izquierda internacional, muchas de las cuales –a la luz de la realidad- la han abandonado. Otras insisten en ella desde posiciones cada vez más aisladas.
Sostiene esta tesis el supuesto carácter no antagónico de la contradicción entre el “chavismo” o “burguesía roja”, por un lado, y la burguesía criolla “tradicional”, por el otro. Ambas se identifican –según los sostenedores de esta tesis- por una puja común por los favores del imperio, puntualizando que para una etapa inicial de reacomodo prevalecerá una agudización temprana de dicha contradicción, con características engañosamente antagónicas. Según los defensores de la susodicha tesis, una vez culminada la etapa de readaptación capitalista, ambas “burguesías”, la “nueva” y la “tradicional”, pactarán, ya abiertamente, en contra del pueblo venezolano.
Continúa la mencionada tesis señalando que el gobierno chavista está compuesto de dos sectores: un sector minoritario no revolucionario, pero que ejerce efectivamente el mando; y un sector mayoritario, revolucionario, que no ejerce el mando, que se mantiene apoyando al gobierno, pero relegado y manipulado, en creciente disidencia con sus “mandos”.
La línea política propuesta por los defensores de esta tesis es la de infiltrarse en el “sector revolucionario descontento” (apelando al método de la operación política encubierta) con el objeto de agudizar la contradicción con el “sector minoritario” al mando del gobierno (la “burguesía roja” que incluye al mismo Chávez). Así mismo, la línea política derivada de esta tesis plantea provocar el choque violento entre la burguesía “tradicional” y la “burguesía roja” para catalizar la insurgencia del “sector revolucionario”, proclamando una “tercera opción”, lógicamente bajo la “magistral” dirección de los inventores de esta putchista tesis, donde no está exenta la manipulación del factor militar o paramilitar y alianzas “pragmáticas” con sectores de la ultra-derecha. Igual que la “tercerista” y derechizada dirigencia del PPT, los que desde la “izquierda” sostienen esta tesis, terminarán sus días, sin duda, arrodillados ante la oligarquía y el imperio.
No debemos descuidar el peligro que representa la tesis de la “burguesía roja” subestimándola al calificarla de exótica o dada la excentricidad de sus promotores. Al atar cabos de tendencias y posturas políticas recientes, nos asalta la preocupación que nos lleva a ocuparnos en debatir sobre este asunto. Existe la posibilidad que estemos al frente un verdadero Caballo de Troya, una amenaza de otra Quinta Columna dentro del proceso revolucionario que se suma, desde la “izquierda”,  a la Quinta Columna reformista de derecha.
La tesis de la “burguesía roja” se desmiente una vez que se analiza la distribución de la renta petrolera durante estos últimos años. La distribución de la renta petrolera ha sido por cien años el eje de la lucha de clases en Venezuela. Sin duda que una de las características más destacadas de la revolución bolivariana es haber modificado en forma radical la distribución de la renta petrolera, orientándola fundamentalmente al servicio de los sectores populares. Esta nueva realidad que se expresa en los diversos ámbitos sociales y económicos, se ha podido concretar porque en la dirección política del país prevalece la línea revolucionaria, por supuesto no exenta de errores, que bajo la conducción de Chávez ha logrado avanzar sorteando innumerables peligros y amenazas. El núcleo dirigente de la revolución ha mostrado claridad y consecuencia estratégica. El avance en la ejecución de las líneas estratégicas así lo confirman (en lo internacional, en lo político, en lo petrolero, en lo social, en lo económico).
Prosigamos reflexionando sobre la tesis recientemente planteada por Chávez a raíz del 26S, resumida en la expresión de “ni pacto con la burguesía ni desenfreno revolucionario”. Esta tesis encierra en su enunciado el reconocimiento de la existencia de dos grandes amenazas internas contra el proceso revolucionario. El reformismo de derecha que trabaja echando las bases para un pacto con la oligarquía. Y las posiciones ultra-radicales de “izquierda”, con visos anarquistas, que desconocen factores objetivos y subjetivos, que con sus extemporaneidades y culto a la espontaneidad podrían amenazar con hacer naufragar al proceso.
Contra el reformismo de derecha se han librado varias y duras batallas. Las más emblemáticas fueron las rupturas con el miquilenismo y con el MAS; posteriormente con PODEMOS y luego con el PPT. La declaración, primero, del carácter antiimperialista; luego, del carácter socialista de la revolución bolivariana; la conformación del bloque ALBA-TCP; el impulso dado al poder popular; la construcción de una plataforma económica para el socialismo; el rechazo a pactar con la burguesía, además de todo lo arriba expuesto con respecto a la renta, denotan una clara posición revolucionaria. Por el contrario, es poca la experiencia en la lucha contra las desviaciones de “izquierda”.
Un factor que retroalimenta al reformismo lo hayamos en ciertas conductas y prácticas generalizadas que parten de una “cultura” que como hiedra se reproduce en todos los ámbitos del Estado, así como también en las organizaciones sociales y políticas, incluso las nuevas. Existe un “chavismo oficial”, como bien señala el camarada Reinaldo Iturriza, que potencia el efecto inercial a favor de la cultura cuarto republicana de la representatividad. Un “chavismo oficial” que tiende a domesticar la parte contestataria del “chavismo original”, o dicho de otra forma, que tiende a adormecer el poder constituyente del pueblo soberano, activado en las fases iniciales del proceso revolucionario. El burocratismo, que no es un fenómeno nuevo ni bolivariano, se mimetiza, se adapta, se retroalimenta y alimenta la existencia de este “chavismo oficial”.   
Ahora bien, la revolución ha señalado caminos para confrontar al “chavismo oficial”. Están en construcción los mecanismos tendentes a encender el motor constituyente del pueblo venezolano y no dejar que este se apague. Nos referimos básicamente a los consejos comunales, estudiantiles y de trabajadores y trabajadoras; a las comunas en construcción; en los medios comunitarios; en los diversos sistemas de contraloría social; en las experiencias de control obrero y de autogobierno locales; en los núcleos de desarrollo endógenos y demás proyectos socio-productivos de propiedad social; en los frentes sociales organizados; en la integración del poder popular en el Consejo Federal de Gobierno y en los distritos motores de desarrollo; y otras expresiones organizativas y de herramientas políticas dinamizadoras de la democracia popular. 
El éxito de estos y otros mecanismos requiere de la unidad popular. Esta unidad es condición necesaria para el avance victorioso de la revolución. Un factor que atenta contra ella es la lucha sectaria entre diversas posturas (tanto reformistas como de “izquierda”) que se observa a simple vista en las distintas instancias de las organizaciones populares. Ellas ponen el acento en la captura de puestos burocráticos y en su propia y sectaria “visualización”. Esta disputa, que sustituye con diatriba al debate ideológico, constituye un factor que distorsiona la efectividad de los instrumentos en manos del pueblo. Por eso es tan importante la lucha ideológica correctamente conducida que ayude a despejar el camino; lucha que debe en todo momento interpretarse como contradicciones en el seno del pueblo y adoptar el método correcto en su tratamiento.
Existen muchos otros factores que han degradado la efectividad de los instrumentos populares para la re-polarización democrática, no sólo desde el reformismo de derecha. Si bien es cierto que el reformismo de derecha se alimenta de la estructura (y cultura) burocrática del Estado burgués, no es menos cierto que las posiciones desenfrenadas de “izquierda” tienden a subrogarse oportunistamente la vocería de los movimientos sociales, lo cual, en cierta forma también es burocratismo, en la acepción popularizada por el camarada Mao.
Ambas concepciones se convierten en obstáculos al proceso de re-polarización democrática de que nos habla Iturriza: los que por un lado caracterizan de antemano a toda acción del Estado como enemiga, negándoles a las masas populares la utilización de esta tremenda herramienta, aislándolas y desmoralizándolas, cediéndole la dirección del movimiento popular a los sectores más atrasados del pueblo (generalmente influenciados por los partidos de derecha), facilitando su despolitización al rendirle culto al espontaneismo. Como los que por otro lado, desde el burocratismo estatal (y partidista), replican la representatividad e intermediación cuarto republicana, descalificando con su mal ejemplo toda ética socialista, provocando el mismo efecto que la primera.
Una clave en la identificación de las desviaciones de “izquierda” se puede encontrar en torno al papel concreto del Estado concreto en la también concreta revolución bolivariana. Hay una verdad del tamaño de una catedral: sin la intervención de ciertas estructuras del Estado venezolano, en sus formas transformadas (o en transformación) y correctamente dirigidas por los revolucionarios, no habrá re-polarización democrática en los términos de tiempo, calidad y cantidad deseada. Es decir, no habrá incorporación activa y oportuna a la revolución de importantísimos sectores de las clases populares y sectores sociales medios que permanecen capturadas e inmovilizadas por el imperialismo y sus lacayos pitiyanquis.
El liderazgo juega un rol de primer orden y no puede exigírsele a las masas el salto hacia una conciencia de clase, hacia un eventual autogobierno, ofreciéndoles sólo el camino ultra-democrático de la espontaneidad, generalmente preconizado por los “izquierdistas”. Hay que trabajar duro en la línea correcta, haciendo énfasis en el liderazgo y en la formación de cuadros. Necesitamos líderes y lideresas capaces de combinar en la práctica los mecanismos de facilitación del Estado revolucionario, junto a la participación y protagonismo del pueblo. Fórmula fundamental para romper cualquier estancamiento y generar poder popular. Ello implica claridad ideológica y disciplinada organización. Implica de los líderes sociales el abandono de cualquier atisbo de sectarismo o de fobia infantil hacia las estructuras del Estado que sean susceptibles de ponerse al servicio de la causa popular. Implica de los líderes con responsabilidad gubernamental, en todos los niveles, cumplir con el principio de “mandar obedeciendo”, despojándose del ropaje y la mentalidad burocrática, y servir al pueblo con humildad y trasparencia.   
En nuestra historia reciente, el partido -tanto el MVR como el PSUV- ha actuado más como maquinaria electoral que como organización de dirección política-ideológica. Sin embargo, la profundización del proceso requiere como variable fundamental mantener la hegemonía ideológica del bloque histórico transformador, pasando del planteamiento anti-neoliberal (que logró prender entre las masas populares llevando a sucesivas victorias electorales) al planteamiento socialista. En esta etapa la amenaza de sutiles contrabandos ideológicos (como el “izquierdismo”) empieza a jugar su papel. Esa tarea ideológica-cultural requiere del concurso de un partido revolucionario en todos sus aspectos, tanto en lo teórico como en el cuido de los detalles prácticos.
La realidad concreta de la sociedad venezolana, con una poderosa renta petrolera administrada por el Estado, nos obligó y nos obliga a considerar la estrategia de apalancamiento petrolero, que lógicamente tiene sus pros y sus contras. Se trata de desmontar un Estado burgués, sustituirlo gradualmente por otro Estado (el comunal), sin destruir abruptamente al primero, e incluso, apoyándonos en algunas de sus estructuras para ir en contra de él. Es lo hecho por Chávez desde el momento que acudió a la vía electoral, convocando luego a la Asamblea Nacional Constituyente (que produjo una constitución democrático-liberal burguesa de avanzada o pre-socialista) y utilizando la renta petrolera para romper las cadenas que nos ataban al imperialismo yanqui (nuestro enemigo principal), debilitando al modelo capitalista dependiente-parasitario. Todo ello a punta de Estado, sistema electoral burgués y renta petrolera (pagada por los países capitalistas desarrollados).
Sin embargo, estamos en una fase de transición dentro de la transición. Es decir, ya no basta Estado burgués, elecciones burguesas y renta petrolera. Además, se requiere ahora de Estado comunal (poder popular), democracia popular y, producción material e intercambio socialistas, todo en el marco de la lucha por la hegemonía de la ideología revolucionaria, donde el PSUV (y el eventual Polo Patriótico) juega un rol fundamental.
Podría parecerse a una discusión bizantina circunscribir el debate en que si las gobernaciones, alcaldías y las juntas parroquiales deben ser inmediatamente eliminadas o no. Quizás convendría centrarse en discutir en qué medida nos sirven para ayudar a construir ese poder popular que se expresa en los autogobiernos locales, el pueblo legislador, en poner en práctica el principio de mandar obedeciendo. Imagínense ustedes a Chávez renunciando a su cargo al día siguiente de su investidura como Presidente con el pueril pretexto de que la Presidencia de la República es la institución más emblemática del establecimiento burgués.
En este punto es donde la tesis de la “burguesía roja” se torna peligrosa pues ha servido de inspiración doctrinaria de cierto sectarismo interno. La aparentemente radical y muy revolucionaria consigna “ni capitalistas ni burócratas” es doctrinariamente la misma cosa que la tesis de la “burguesía roja”. No es necesario tener un desarrollado olfato político para deducir que el resultado de la promoción de esta consigna no será otra cosa que la división entre los revolucionarios, que es precisamente lo que persigue los calculadores promotores de la tesis de la “burguesía roja”. Como consecuencia de ello, todo servidor público revolucionario (por supuesto, que no esté en línea con el “izquierdismo”) será acusado a priori de “burócrata” reformista y estigmatizado ante las masas. Más temprano que tarde, esta calificación alcanzará al mismo Chávez, como se desprende de algunas opiniones de intelectuales  de “izquierda” que lo consideran un advenedizo, un militar de mentalidad atrasada, etc.. Burda contribución a la genuina lucha contra el burocratismo y en definitiva, contra el enemigo histórico.
En definitiva, confrontamos un problema político complejo cuya solución tiene un alto componente ideológico. Es necesario que impidamos que la confusión, la desconfianza y el sectarismo tome cuerpo en nuestras filas, dándole paso al Caballo de Troya que tenemos estacionado al frente.
Hagámosle caso al oráculo y quememos ese Caballo.

sábado, 9 de octubre de 2010

Mensaje a la Tricontinental

Ernesto Guevara

Crear dos, tres...
muchos Viet-Nam, es la consigna

Es la hora de los hornos
y no se ha de ver más que la luz

José Martí

Ya se han cumplido veintiún años desde el fin de la última conflagración mundial y diversas publicaciones, en infinidad de lenguas, celebran el acontecimiento simbolizado en la derrota del Japón. Hay un clima de aparente optimismo en muchos sectores de los dispares campos en que el mundo se divide.
Veintiún años sin guerra mundial, en estos tiempos de confrontaciones máximas, de choques violentos y cambios repentinos, parecen una cifra muy alta. Pero, sin analizar los resultados prácticos de esa paz por la que todos nos manifestamos dispuestos a luchar (la miseria, la degradación, la explotación cada vez mayor de enormes sectores del mundo) cabe preguntarse si ella es real.
No es la intención de estas notas historiar los diversos conflictos de carácter local que se han sucedido desde la rendición del Japón, no es tampoco nuestra tarea hacer el recuento, numeroso y creciente, de luchas civiles ocurridas durante estos años de pretendida paz. Bástenos poner como ejemplos contra el desmedido optimismo las guerras de Corea y Viet-Nam.
En la primera, tras años de lucha feroz, la parte norte del país quedó sumida en la más terrible devastación que figure en los anales de la guerra moderna; acribillada a bombas; sin fábricas, escuelas u hospitales; sin ningún tipo de habitación para albergar a diez millones de habitantes.
En esta guerra intervinieron, bajo la fementida bandera de las Naciones Unidas, decenas de países conducidos militarmente por los Estados Unidos, con la participación masiva de soldados de esa nacionalidad y el uso, como carne de cañón, de la población sudcoreana enrolada.
En el otro bando, el ejército y el pueblo de Corea y los voluntarios de la República Popular China contaron con el abastecimiento y asesoría del aparato militar soviético. Por parte de los norteamericanos se hicieron toda clase de pruebas de armas de destrucción, excluyendo las termonucleares pero incluyendo las bacteriológicas y químicas, en escala limitada. En Viet-Nam se han sucedido acciones bélicas, sostenidas por las fuerzas patrióticas de ese país casi ininterrumpidamente contra tres potencias imperialistas: Japón, cuyo poderío sufriera una caída vertical a partir de las bombas de Hiroshima y Nagasaki; Francia, que recupera en aquel país vencido sus colonias indochinas e ignoraba las promesas hechas en momentos difíciles; y los Estados Unidos, en esta última fase de la contienda.
Hubieron confrontaciones limitadas en todos los continentes, aún cuando en el americano, durante mucho tiempo, sólo se produjeron conatos de lucha de liberación y cuartelazos, hasta que la revolución cubana diera su clarinada de alerta sobre la importancia de esta región y atrajera las iras imperialistas, obligándola a la defensa de sus costas en Playa Girón, primero, y durante la Crisis de Octubre, después.
Este último incidente pudo haber provocado una guerra de incalculables proporciones, al producirse, en torno a Cuba, el choque de norteamericanos y soviéticos.
Pero, evidentemente, el foco de las contradicciones, en este momento, está radicado en los territorios de la península indochina y los países aledaños. Laos y Viet-Nam son sacudidos por guerras civiles, que dejan de ser tales al hacerse presente, con todo su poderío, el imperialismo norteamericano, y toda la zona se convierte en una peligrosa espoleta presta a detonar.
En Viet-Nam la confrontación ha adquirido características de una agudeza extrema. [95] Tampoco es nuestra intención historiar esta guerra. Simplemente, señalaremos algunos hitos de recuerdo.
En 1954, tras la derrota aniquilante de Dien-Bien-Phu, se firmaron los acuerdos de Ginebra, que dividía al país en dos zonas y estipulaba la realización de elecciones en un plazo de 18 meses para determinar quiénes debían gobernar a Viet-Nam y cómo se reunificaría el país. Los norteamericanos no firmaron dicho documento, comenzando las maniobras para sustituir al emperador Bao-Dai, títere francés, por un hombre adecuado a sus intenciones. Este resultó ser Ngo-Din-Diem, cuyo trágico fin –el de la naranja exprimida por el imperialismo– es conocido de todos.
En los meses posteriores a la firma del acuerdo, reinó el optimismo en el campo de las fuerzas populares. Se desmantelaron reductos de lucha antifrancesa en el sur del país y se esperó el cumplimiento de lo pactado. Pero pronto comprendieron los patriotas que no habría elecciones a menos que los Estados Unidos se sintieran capaces de imponer su voluntad en las urnas, cosa que no podría ocurrir, aún utilizando todos los métodos de fraude de ellos conocidos.
Nuevamente se iniciaron las luchas en el sur del país y fueron adquiriendo mayor intensidad hasta llegar al momento actual, en que el ejército norteamericano se compone de casi medio millón de invasores, mientras las fuerzas títeres disminuyen su número, y sobre todo, han perdido totalmente la combatividad.
Hace cerca de dos años que los norteamericanos comenzaron el bombardeo sistemático de la República Democrática de Viet-Nam en un intento más de frenar la combatividad del sur y obligar a una conferencia desde posiciones de fuerza. Al principio, los bombardeos fueron más o menos aislados y se revestían de la máscara de represalias por supuestas provocaciones del Norte. Después aumentaron en intensidad y método, hasta convertirse en una gigantesca batida llevada a cabo por las unidades aéreas de los Estados Unidos, día a día, con el propósito de destruir todo vestigio de civilización en la zona norte del país. Es un episodio de la tristemente célebre escalada.
Las aspiraciones materiales del mundo yanqui se han cumplido en buena parte a pesar de la denodada defensa de las unidades antiaéreas vietnamitas, de los más de 1700 aviones derribados y de la ayuda del campo socialista en material de guerra.
Hay una penosa realidad: Viet-Nam, esa nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido, está trágicamente solo. Ese pueblo debe soportar los embates de la técnica norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de defensa en el norte, pero siempre solo.
La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Viet-Nam semeja a la amarga ironía que significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o la victoria.
Cuando analizamos la soledad vietnamita nos asalta la angustia de este momento ilógico de la humanidad.
El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartidos por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Viet-Nam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista.
Preguntemos, para lograr una respuesta honrada: ¿Está o no aislado el Viet-Nam, haciendo equilibrios peligrosos entre las dos potencias en pugna?
Y, ¡qué grandeza la de ese pueblo! ¡Qué estoicismo y valor, el de ese pueblo! Y qué lección para el mundo entraña esa lucha.
Hasta dentro de mucho tiempo no sabremos si el presidente Johnson pensaba en serio iniciar algunas de las reformas necesarias a un pueblo –para limar aristas de las contradicciones de clase que asoman con fuerza explosiva y cada vez más frecuentemente–. Lo cierto es que las mejoras anunciadas bajo el pomposo título de lucha por la gran sociedad han caído en el sumidero de Viet-Nam.
El más grande de los poderes imperialistas siente en sus entrañas el desangramiento provocado por un país pobre y atrasado y su fabulosa economía se resiente del esfuerzo de guerra. Matar deja de ser el más cómodo negocio de los monopolios. Armas de contención, [96] y no en número suficiente, es todo lo que tienen estos soldados maravillosos, además del amor de su patria, a su sociedad y un valor a toda prueba. Pero el imperialismo se empantana en Viet-Nam, no halla camino de salida y busca desesperadamente alguno que le permita sortear con dignidad este peligroso trance en que se ve. Mas los «cuatro puntos» del Norte y «los cinco» del Sur lo atenazan, haciendo aún más decidida la confrontación.
Todo parece indicar que la paz, esa paz precaria a la que se ha dado tal nombre, sólo porque no se ha producido ninguna conflagración de carácter mundial, está otra vez en peligro de romperse ante cualquier paso irreversible, e inaceptable, dado por los norteamericanos.
Y, a nosotros, explotados del mundo, ¿cuál es el papel que nos corresponde? Los pueblos de tres continentes observan y aprenden su lección en Viet-Nam. Ya que, con la amenaza de guerra, los imperialistas ejercen su chantaje sobre la humanidad, no temer la guerra, es la respuesta justa. Atacar dura e ininterrumpidamente en cada punto de confrontación, debe ser la táctica general de los pueblos.
Pero, en los lugares en que esta mísera paz que sufrimos no ha sido rota, ¿cuál será nuestra tarea? Liberarnos a cualquier precio.
El panorama del mundo muestra una gran complejidad. La tarea de la liberación espera aún a países de la vieja Europa, suficientemente desarrollados para sentir todas las contradicciones del capitalismo, pero tan débiles que no pueden ya seguir el rumbo del imperialismo o iniciar esta ruta. Allí las contradicciones alcanzarán en los próximos años carácter explosivo, pero sus problemas y, por ende, la solución de los mismos son diferentes a la de nuestros pueblos dependientes y atrasados económicamente.
El campo fundamental de la explotación del imperialismo abarca los tres continentes atrasados, América, Asia y Africa. Cada país tiene características propias, pero los continentes, en su conjunto, también las presentan.
América constituye un conjunto más o menos homogéneo y en la casi totalidad de su territorio los capitales monopolistas norteamericanos mantienen una primacía absoluta. Los gobiernos títeres o, en el mejor de los casos, débiles y medrosos, no pueden oponerse a las órdenes del amo yanqui. Los norteamericanos han llegado casi al máximo de su dominación política y económica, poco más podrían avanzar ya; cualquier cambio de la situación podría convertirse en un retroceso en su primacía. Su política es mantener lo conquistado. La línea de acción se reduce en el momento actual, al uso brutal de la fuerza para impedir movimientos de liberación, de cualquier tipo que sean.
Bajo el eslogan, «no permitiremos otra Cuba», se encubre la posibilidad de agresiones a mansalva, como la perpetrada contra Santo Domingo, o anteriormente, la masacre de Panamá, y la clara advertencia de que las tropas yanquis están dispuestas a intervenir en cualquier lugar de América donde el orden establecido sea alterado, poniendo en peligro sus intereses. Esa política cuenta con una impunidad casi absoluta; la OEA es una máscara cómoda, por desprestigiada que esté; la ONU es de una ineficiencia rayana en el ridículo o en lo trágico; los ejércitos de todos los países de América están listos a intervenir para aplastar a sus pueblos. Se ha formado, de hecho, la internacional del crimen y la traición.
Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo –si alguna vez la tuvieron– y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer: o revolución socialista o caricatura de revolución.
Asia es un continente de características diferentes. Las luchas de liberación contra una serie de poderes coloniales europeos, dieron por resultado el establecimiento de gobiernos más o menos progresistas, cuya evolución posterior ha sido, en algunos casos, de profundización de los objetivos primarios de la liberación nacional y en otros de reversión hacia posiciones pro-imperialistas.
Desde el punto de vista económico, Estados Unidos tenía poco que perder y mucho que ganar en Asia. Los cambios le favorecen; se lucha por desplazar a otros poderes neocoloniales, penetrar nuevas esferas de acción en el campo económico, a veces directamente, otras utilizando al Japón.
Pero existen condiciones políticas especiales, sobre todo en la península indochina, que le dan características de capital importancia al Asia y juegan un papel importante en la estrategia militar global del imperialismo norteamericano. Este ejerce un cerco a China a través de Corea del Sur, Japón, Taiwan, Viet-Nam del Sur y Tailandia, por lo menos. [97]
Esa doble situación; un interés estratégico tan importante como el cerco militar a la República Popular China y la ambición de sus capitales por penetrar esos grandes mercados que todavía no dominan, hacen que el Asia sea uno de los lugares más explosivos del mundo actual, a pesar de la aparente estabilidad fuera del área vietnamita.
Perteneciendo geográficamente a este continente, pero con sus propias contradicciones, el Oriente Medio está en plena ebullición, sin que se pueda preveer hasta donde llegará esa guerra fría entre Israel, respaldada por los imperialistas, y los países progresistas de la zona. Es otro de los volcanes amenazadores del mundo.
El Africa, ofrece las características de ser un campo casi virgen para la invasión neocolonial. Se han producido cambios que, en alguna medida, obligaron a los poderes neocoloniales a ceder sus antiguas prerrogativas de carácter absoluto. Pero, cuando los procesos se llevan a cabo ininterrumpidamente, al colonialismo sucede, sin violencia, un neocolonialismo de iguales efectos en cuanto a la dominación económica se refiere.
Estados Unidos no tenía colonias en esta región y ahora lucha por penetrar en los antiguos cotos cerrados de sus socios. Se puede asegurar que Africa constituye, en los planes estratégicos del imperialismo norteamericano, su reservorio a largo plazo; sus inversiones actuales sólo tienen importancia en la Unión Sudafricana y comienza su penetración en el Congo, Nigeria y otros países, donde se inicia una violenta competencia (con carácter pacífico hasta ahora) con otros poderes imperialistas.
No tiene todavía grandes intereses que defender salvo su pretendido derecho a intervenir en cada lugar del globo en que sus monopolios olfateen buenas ganancias o la existencia de grandes reservas de materias primas.
Todos estos antecedentes hacen lícito el planteamiento interrogante sobre las posibilidades de liberación de los pueblos a corto o mediano plazo.
Si analizamos el Africa veremos que se lucha con alguna intensidad en las colonias portuguesas de Guinea, Mozambique y Angola, con particular éxito en la primera y con éxito variable en las dos restantes. Que todavía se asiste a la lucha entre los sucesores de Lumumba y los viejos cómplices de Tshombe en el Congo, lucha que, en el momento actual, parece inclinarse a favor de los últimos, los que han «pacificado» en su propio provecho una gran parte del país, aunque la guerra se mantenga latente.
En Rhodesia el problema es diferente: el imperialismo británico utilizó todos los mecanismos a su alcance para entregar el poder a la minoría blanca que lo detenta actualmente. El conflicto, desde el punto de vista de Inglaterra, es absolutamente artificial, sólo que esta potencia, con su habitual habilidad diplomática –también llamada hipocresía en buen romance– presenta una fachada de disgustos ante las medidas tomadas por el gobierno de Ian Smith, y es apoyada en su taimada actitud por algunos de los países del Commonwealth que la siguen, y atacada por una buena parte de los países del Africa Negra, sean o no dóciles vasallos económicos del imperialismo inglés.
En Rhodesia la situación puede tornarse sumamente explosiva si cristalizan los esfuerzos de los patriotas negros para alzarse en armas y este movimiento fuera apoyado efectivamente por las naciones africanas vecinas. Pero por ahora todos los problemas se ventilan en organismos tan inocuos como la ONU, el Commonwealth o la OUA.
Sin embargo, la evolución política y social del Africa no hace prever una situación revolucionaria continental. Las luchas de liberación contra los portugueses deben terminar victoriosamente, pero Portugal no significa nada en la nómina imperialista. Las confrontaciones de importancia revolucionaria son las que ponen en jaque a todo el aparato imperialista, aunque no por eso dejemos de luchar por la liberación de las tres colonias portuguesas y por la profundización de sus revoluciones.
Cuando las masas negras de Sud Africa o Rhodesia inicien su auténtica lucha revolucionaria, se habrá iniciado una nueva época en el Africa. O, cuando las masas empobrecidas de un país se lancen a rescatar su derecho a una vida digna, de las manos de las oligarquías gobernantes.
Hasta ahora se suceden los golpes cuartelarios en que un grupo de oficiales reemplaza a otro o a un gobernante que ya no sirva sus intereses de casta y a los de la potencias que los manejan solapadamente pero no hay convulsiones populares. En el Congo se dieron fugazmente estas características impulsadas por el recuerdo [98] de Lumumba, pero han ido perdiendo fuerzas en los últimos meses.
En Asia, como vimos, la situación es explosiva, y no son sólo Viet-Nam y Laos, donde se lucha, los puntos de fricción. También lo es Cambodia, donde en cualquier momento puede iniciarse la agresión directa norteamericana, Tailandia, Malasia y, por supuesto, Indonesia, donde no podemos pensar que se haya dicho la última palabra pese al aniquilamiento del Partido Comunista de ese país, al ocupar el poder los reaccionarios. Y, por supuesto, el Oriente Medio.
En América Latina se lucha con las armas en la mano en Guatemala, Colombia, Venezuela y Bolivia y despuntan ya los primeros brotes en Brasil. Hay otros focos de resistencia que aparecen y se extinguen. Pero casi todos los países de este continente están maduros para una lucha de tipo tal, que para resultar triunfante, no puede conformarse con menos que la instauración de un gobierno de corte socialista.
En este continente se habla prácticamente una lengua, salvo el caso excepcional del Brasil, con cuyo pueblo los de habla hispana pueden entenderse, dada la similitud entre ambos idiomas. Hay una identidad tan grande entre las clases de estos países que logran una identificación de tipo «internacional americano», mucho más completa que en otros continentes. Lengua, costumbres, religión, amo común, los unen. El grado y las formas de explotación son similares en sus efectos para explotadores y explotados de una buena parte de los países de nuestra América. Y la rebelión está madurando aceleradamente en ella.
Podemos preguntarnos: esta rebelión, ¿cómo fructificará?; ¿de qué tipo será? Hemos sostenido desde hace tiempo que, dadas sus características similares, la lucha en América adquirirá, en su momento, dimensiones continentales. Será escenario de muchas grandes batallas dadas por la humanidad para su liberación.
En el marco de esa lucha de alcance continental, las que actualmente se sostienen en forma activa son sólo episodios, pero ya han dado los mártires que figurarán en la historia americana como entregando su cuota de sangre necesaria en esta última etapa de la lucha por la libertad plena del hombre. Allí figurarán los nombres del Comandante Turcios Lima, del cura Camilo Torres, del Comandante Fabricio Ojeda, de los Comandantes Lobatón y Luis de la Puente Uceda, figuras principalísimas en los movimientos revolucionarios de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú.
Pero la movilización activa del pueblo crea sus nuevos dirigentes; César Montes y Yon Sosa levantan la bandera en Guatemala, Fabio Vázquez y Marulanda lo hacen en Colombia, Douglas Bravo en el occidente del país y Américo Martín en El Bachiller, dirigen sus respectivos frentes en Venezuela.
Nuevos brotes de guerra surgirán en estos y otros países americanos, como ya ha ocurrido en Bolivia, e irán creciendo, con todas las vicisitudes que entraña este peligroso oficio de revolucionario moderno. Muchos morirán víctimas de sus errores, otros caerán en el duro combate que se avecina; nuevos luchadores y nuevos dirigentes surgirán al calor de la lucha revolucionaria. El pueblo irá formando sus combatientes y sus conductores en el marco selectivo de la guerra misma, y los agentes yanquis de represión aumentarán. Hoy hay asesores en todos los países donde la lucha armada se mantiene y el ejército peruano realizó, al parecer, una exitosa batida contra los revolucionarios de ese país, también asesorado y entrenado por los yanquis. Pero si los focos de guerra se llevan con suficiente destreza política y militar, se harán prácticamente imbatibles y exigirán nuevos envíos de los yanquis. En el propio Perú, con tenacidad y firmeza, nuevas figuras aún no completamente conocidas, reorganizan la lucha guerrillera. Poco a poco, las armas absolutas que bastan para la represión de las pequeñas bandas armadas, irán convirtiéndose en armas modernas y los grupos de asesores en combatientes norteamericanos, hasta que, en un momento dado, se vean obligados a enviar cantidades crecientes de tropas regulares para asegurar la relativa estabilidad de un poder cuyo ejército nacional títere se desintegra ante los combates de las guerrillas. Es el camino de Viet-Nam; es el camino que deben seguir los pueblos; es el camino que seguirá América, con la característica especial de que los grupos en armas pudieran formar algo así como Juntas de Coordinación para hacer más difícil la tarea represiva del imperialismo yanqui y facilitar la propia causa.
América, continente olvidado por las últimas luchas políticas de liberación, que empieza a hacerse sentir a través de la Tricontinental en la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es [99] la Revolución Cubana, tendrá una tarea de mucho mayor relieve: la de la creación del Segundo o Tercer Viet-nam del mundo.
En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de sustentación del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde exportan nuevos capitales –instrumentos de dominación–, armas y toda clase de artículos, sumiéndonos en una dependencia absoluta.
El elemento fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los pueblos; liberación que se producirá; a través de lucha armada, en la mayoría de los casos, y que tendrá, en América, casi indefectiblemente, la propiedad de convertirse en una Revolución Socialista.
Al enfocar la destrucción del imperialismo, hay que identificar a su cabeza, la que no es otra que los Estados Unidos de Norteamérica.
Debemos realizar una tarea de tipo general que tenga como finalidad táctica sacar al enemigo de su ambiente obligándolo a luchar en lugares donde sus hábitos de vida choquen con la realidad imperante. No se debe despreciar al adversario: el soldado norteamericano tiene capacidad técnica y está respaldado por medios de tal magnitud que lo hacen temible. Le falta esencialmente la motivación ideológica que tienen en grado sumo sus más enconados rivales de hoy: los soldados vietnamitas. Solamente podremos triunfar ese ejército en la medida en que logremos minar su moral. Y ésta se mina infligiéndole derrotas y ocasionándole sufrimientos repetidos.
Pero este pequeño esquema de victorias encierra dentro de sí sacrificios inmensos de los pueblos, sacrificios que deben exigirse desde hoy, a la luz del día y que quizá sean menos dolorosos que los que debieron soportar si rehuyéramos constantemente el combate, para tratar de que otros sean los que nos saquen las castañas del fuego.
Claro que, el último país en liberarse, muy probablemente lo hará sin lucha armada, y los sufrimientos de una guerra larga y tan cruel como la que hacen los imperialistas, se le ahorrará a ese pueblo. Pero tal vez sea imposible eludir esa lucha o sus efectos, en una contienda de carácter mundial y se sufra igual o más aún. No podemos predecir el futuros pero jamás debemos ceder a la tentación claudicante de ser los abanderados de un pueblo que anhela su libertad, pero reniega de la lucha que ésta conlleva y la espera como un mendrugo de victoria.
Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la América dependiente de liberarse en forma pacífica. Para nosotros está clara la solución de esta interrogante; podrá ser o no el momento actual el indicado para iniciar la lucha, pero no podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello, de lograr la libertad sin combatir. Y los combates no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga, cruenta, donde su frente estará en los refugios guerrilleros, en las ciudades, en las casas de los combatientes –donde la represión irá buscando víctimas fáciles entre sus familiares– en la población campesina masacrada, en las aldeas o ciudades destruidas por el bombardeo enemigo.
Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a emprenderla.
Los comienzos no serán fáciles: serán sumamente difíciles. Toda la capacidad de represión, toda la capacidad de brutalidad y demagogia de las oligarquías se pondrá al servicio de su causa. Nuestra misión, en la primera hora, es sobrevivir, después actuará el ejemplo perenne de la guerrilla realizando la propaganda armada en la acepción vietnamita de la frase, vale decir, la propaganda de los tiros, de los combates que se ganan o se pierden, pero se dan, contra los enemigos. La gran enseñanza de la invencibilidad de la guerrilla prendiendo en las masas de los desposeídos. La galvanización del espíritu nacional, la preparación para tareas más duras, para resistir represiones mas violentas. El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, [100] selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.
Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aún dentro de los mismos: atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá decayendo. Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que asoma.
Y que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario; con ejércitos proletarios internacionales, donde la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad, de tal modo que morir bajo las enseñas de Viet-Nam, de Venezuela, de Guatemala, de Laos, de Guinea, de Colombia, de Bolivia, de Brasil, para citar sólo los escenarios actuales de la lucha armada, sea igualmente gloriosa y apetecible para un americano, un asiático, un africano y, aún, un europeo.
Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en la lucha por la liberación de su lugar de origen. Y cada pueblo que se libere, es una fase de la batalla por la liberación del propio pueblo que se ha ganado.
Es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de la lucha.
Que agitan grandes controversias al mundo que lucha por la libertad, lo sabemos todos y no lo podemos esconder. Que han adquirido un carácter y una agudeza tales que luce sumamente difícil, si no imposible, el diálogo y la conciliación también lo sabemos. Buscar métodos para iniciar un diálogo que los contendientes rehuyen es una tarea inútil. Pero el enemigo está allí, golpea todos los días y amenaza con nuevos golpes y esos golpes nos unirán, hoy, mañana o pasado. Quienes antes lo capten y se preparen a esa unión necesaria tendrán el reconocimiento de los pueblos.
Dadas las virulencias e intransigencias con que se defiende cada causa, nosotros, los desposeídos, no podemos tomar partido por una u otra forma de manifestar las discrepancias, aún cuando coincidamos a veces con algunos planteamientos de una u otra parte, o en mayor medida con los de una parte que con los de la otra. En el momento de la lucha, la forma en que se hacen visibles las actuales diferencias constituyen una debilidad: pero en el estado en que se encuentran, querer arreglarlas mediante palabras es una ilusión. La historia las irá borrando o dándoles su verdadera explicación.
En nuestro mundo en lucha, todo lo que sea discrepancia en torno a la táctica, método de acción para la consecución de objetivos limitados, debe analizarse con el respeto que merecen las apreciaciones ajenas. En cuanto al gran objetivo estratégico, la destrucción total del imperialismo por medio de la lucha, debemos ser intransigentes.
Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomar como función táctica la liberación gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos, llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno: liquidándole sus bases de sustentación, que son sus territorios dependientes.
Eso significa una guerra larga. Y, lo repetimos una vez más, una guerra cruel. Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única esperanza de victoria.
No podemos eludir el llamado de la hora. Nos lo enseña Viet-Nam con su permanente lección de heroísmo, su trágica y cotidiana lección de lucha y de muerte para lograr la victoria final.
Allí, los soldados del imperialismo encuentran la incomodidad de quien, acostumbrado al nivel de vida que ostenta la nación norteamericana, tiene que enfrentarse con la tierra hostil; la inseguridad de quien no puede moverse sin sentir que pisa territorio enemigo; la muerte a los que avanzan mas allá de sus reductos fortificados; la hostilidad permanente de toda la población. Todo eso va provocando la repercusión interior en los Estados Unidos; va haciendo surgir un factor atenuado por el imperialismo en pleno vigor, la lucha de clases aún dentro de su propio territorio.
¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Viet-Nam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos [101] al imperialismo, con la obligación que entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!
Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún mas efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!
Si a nosotros, los que en un pequeño punto del mapa del mundo cumplimos el deber que preconizamos y ponemos a disposición de la lucha este poco que nos es permitido dar: nuestras vidas, nuestro sacrificio, nos toca alguno de estos días lanzar el último suspiro sobre cualquier tierra, ya nuestra, regada con nuestra sangre, sépase que hemos medido el alcance de nuestros actos y que no nos consideramos nada más que elementos en el gran ejército del proletariado, pero nos sentimos orgullosos de haber aprendido de la Revolución Cubana y de su gran dirigente máximo la gran lección que emana de su actitud en esta parte del mundo: «qué importan los peligros o los sacrificios de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la humanidad.»
Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.

CHE

[Publicado el 16 de abril de 1967 en un Suplemento Especial de la revista Tricontinental,
mientras Ernesto Che Guevara estaba ya (en secreto) en Bolivia, organizando la guerrilla. PFE.]